En épocas en donde nos quieren vender hasta un pela bananas eléctrico, nada mejor que estas líneas de Galeano.
Alaistair Reid escribe en The New Yorker, pero va poco a Nueva York.
Él prefiere vivir en una perdida playa de la República Dominicana. En esa playa había desembarcado Cristóbal Colón, algunos siglos antes, en una de sus excursiones al Japón, y desde aquellos tiempos nada ha cambiado.
De vez en cuando, el cartero asoma entre los árboles. El cartero viene doblado bajo la carga. Don Alaistair recibe montañas de correspondencia. Desde los Estados Unidos, lo bombardean las ofertas comerciales, folletos, catálogos, lujuriosas tentaciones de la civilización del consumo exhortando a comprar.
Una vez, entre el mucho papelerío llegó la propaganda de una máquina de remar. Don Alaistair la mostró a sus vecinos, los pescadores.
- ¿Bajo techo? ¿Se usa bajo techo? Los pescadores no lo podían creen:
- ¿Sin agua? ¿Se rema sin agua?
No lo podían creer, no lo podían entender:
- ¿Y sin peces? ¿Y sin sol? ¿Y sin cielo?
Los pescadores dijeron a don Alaistair que ellos se levantaban cada noche, mucho antes del alba, y se metían mar adentro y echaban sus redes mientras el sol se alzaba en el horizonte, y que ésa era su vida, y que esa vida les gustaba, pero que remar era la única parte jodida de todo el asunto:
-Remar es lo único que odiamos - dijeron los pescadores.
Entonces don Alaistair les explicó que la máquina de remar servía para hacer gimnasia.
- ¿Para hacer qué?
- Gimnasia.
- ¡Ah! Y gimnasia, ¿qué es?…
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.
viernes, 5 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Que hermoso libro es el de Galeano. Otro muy lindo es "bocas del tiempo", que vendría a ser como una continuación del libro de los abrazos.
Muy lindo esto. saludos.
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